"Aquí, como en el acto religioso, en el amor, en la acción moral y en el conocimiento, me trasciendo a mí mismo y en ninguna otra actividad logro ser más yo" (C.S. Lewis)





"...con la sensibilidad de quien no tiene piel y lo siente todo, pero aguanta el golpe para contarlo." (Manuel Rivas, Las voces bajas)






viernes, 28 de septiembre de 2012

Lluvia




La ciudad llora. Desconsoladamente, con rabia.

Madrid se deshace en lágrimas gordas que rebotan en el asfalto y en los techos metálicos de los coches; lágrimas que dejan surcos sobre las superficies sucias de las ventanas.

Madrid se diluye en el llanto, porque, últimamente, hay demasiadas razones por las que llorar.
Lo gritan las calles, las fachadas de las plazas cubiertas con carteles.
Lo vociferan los ecos de cuatrocientos euros que no, se pongan como se pongan, no llegan para pagar un alquiler y treinta platos de sopa.
Lo dicen, con más fuerza aún, las voces que quieren dejar mudas, los cerebros que les gustaría secar.
Lo demuestran los rostros de los que están a punto de rendirse y los puños de los que se niegan a capitular.

Madrid llora, porque hay demasiadas razones para llorar, últimamente.

Y, sin embargo, para mí, esas lágrimas y ese cielo gris siguen teniendo un nombre propio.

Foto de  http://flickrhivemind.net/User/-%20Merche%20-/Timeline



lunes, 24 de septiembre de 2012

Huida


Nunca antes había huido.

Había acariciado la idea; había soñado muchas huidas; pero nunca antes había huido. Demasiados miedos, demasiadas responsabilidades que ni siquiera eran reales.
Nunca había huido, porque las niñas buenas no huyen, las niñas buenas no dejan cosas a medias y no se dejan llevar por ideas insensatas que supongan ocho horas conduciendo de noche y unas cuantas llamadas telefónicas para cancelar compromisos. No había huido, porque los valientes no huyen, se quedan donde están, aunque la batalla se libre en otro frente, aunque su propia vida dependa de la huida...se quedan donde están y sonríen.

Pero los años pasan; las pieles mudan; las órbitas de los planetas cambian.

Y, a veces, una huida es una victoria. Porque el viento no se lleva el miedo, pero lo mitiga; porque la lluvia no deshace la angustia, pero la limpia; porque el mar no hace que la soledad desaparezca, pero acaricia y acompaña. Porque todos necesitamos una patria a la que regresar cuando la vida pesa demasiado, y la mía es una casa de ventanas rojas, junto a una playa de cristales, lo más cerca posible de tu recuerdo.

Las huidas no resuelven los problemas, es cierto. Pero mi angustia de lágrimas negras y ásperas se ha convertido en una angustia de vacío con lágrimas menos abrasivas. Mañana, o pasado, volveré a la realidad y puede que todo sea oscuro de nuevo, pero me llevaré un puñado de arena en el que esconderme o en el que enterrar los pedazos de alma que se me vayan cayendo, para que no se me pierdan.

Definitivamente, creo que voy a tener que huir más a menudo.




viernes, 7 de septiembre de 2012

Den Haag



Incluso el sol es frío aquí
y las calles se incrustan bajo la piel
con su superficie de cristales.

Las esquinas me obturan la garganta
y ruedas de bicicleta me hieren
como notas de música que taladran los tímpanos
y deshacen el cerebro.

La sangre fría
las lágrimas frías
la mirada fría
como el agua estancada de los canales
que me ahoga por dentro
y rebosa en el sabor acre que me inunda la boca.

Todo duele;
todo escuece en esta ciudad
que debió desaparecer contigo y
sin embargo,
se ha quedado tatuada en mi memoria.


Foto de  http://meninabonvoyage.blogspot.nl/2010/11/la-haya-gana-terreno.html