En el peor de los casos,
la muerte no es más que un grito que se desquebraja,
un eco que se pierde en el vacío.
No deberíamos temer a la muerte.
Aposentados en su impenetrable silencio,
son los muertos los que duelen,
los que arañan los tejidos internos y deshacen
el estómago en jirones.
Los que hacen pesado el vacío que rodea unos brazos estériles.
Son los muertos los que nos hacen daño.
El día que yo me muera, terminará, por fin, la lucha.
Y mi piel se hará ligera.
Manos de espuma, espalda líquida, sonrisa aérea.
Aceptar la derrota también es un triunfo.
Paz.
Queredme ahora que aún respiro.
Cerrad mis párpados con los labios, cuando me asusten las pesadillas.
No soportéis el mudo peso de mi cuerpo muerto y que, al ataúd,
lo arrastren los gusanos.
Pero dejadme que descanse ahora,
que estoy cansada,
y necesito otra piel donde esconderme.
Dicen que las palabras vencen al silencio.
Que una frase puede derrotar al olvido.
Dicen que la poesía saldrá victoriosa de la muerte.
¿Y a quién le importa?
Yo no necesito luchar con gigantes.
Mi enemigo me mira cara a cara.
Poesía, coge tu espada, vamos a seguir luchando con la vida.
Y eso es lo que haremos. Jugar con la muerte para vencer a la vida, siempre con la poesía como compañera.
Os esperamos en "El gato verde", C/ Torrecilla del Leal, 15 (metro Antón Martín), el domingo 21 de febrero, a las 20:00.