Ojalá esta noche también fuese eterna.
Aunque, a decir verdad, casi duele la ironía de las letras empujándome.
Aquellas noches fueron limitadas y reales, caducas y perecederas, constreñidas por el tiempo, como todas. Es otra vez la memoria con sus juegos la que hace que me equivoque. Deja que empiece de nuevo. Ojalá esta noche también estuvieses aquí, casi rozándome, casi entendiéndome. Sumergiendo tus manos en mis iris, casi disolviéndote en mis labios.
Ahora sí. Ojalá.
Y ojalá pudiera hablarte, para contarte que me siento sola y explicarte mi nueva teoría de los héroes (¿te has dado cuenta de que, desde hace un tiempo, los buenos son siempre los que pierden?). Tú dirías que aún hay mariposas y que la soledad sólo existe en las noches sin luna, dirías que los colibríes siempre se acuerdan de mi nombre…tú y tus fabulaciones absurdas que me adormecen. Y sin embargo, ojalá estuvieses aquí, para hacerme creer toda esa historia de las pirámides y las lenguas muertas y, ojalá, casi sin darte cuenta, bajases un segundo la defensa y tus ojos quedasen desarmados y me hablasen. Ojalá, por un momento, no fueses tan fuerte como piensas y yo fuese tan débil como debiera. Porque la debilidad no exige reponsables.
Y ojalá, sí, ojalá nunca te hubieras rendido o te hubieses rendido en el momento exacto de una de esas noches ya muertas.
Pero, ¿sabes? Todo eso ya no importa.
Tú y yo, ya podríamos convertirnos en héroes.