“Ella es como las luces de Navidad, que todo lo hace bonito y que, contemplándolas, uno se queda pequeño en su ropa” (Jorge Lázaro Téllez, El coronel en la oscuridad).
Era tiempo de narices rojas, de váho contra la bufanda, de manoplas y gorros. Me agarraba a tu mano y nos perdíamos entre ríos de gente con abrigos de colores, mientras, más arriba, el cielo ya no era solo negro, sino amarillo, rojo, azul…brillante. Hacía frío, pero entre los pastorcitos, los árboles, las estrellas y los portales, algo me calentaba por dentro y la sonrisa se me salía de la cara al apretarme contra tu abrigo. Después, un par de mordiscos a un bocadillo de calamares en uno de esos bares bajo los soportales de la plaza, quizá algún dulce o chocolate caliente. Y la misión estaba cumplida, así que, con la canción de Cortilandia aún resonando en la cabeza, porque ya es Navidad, llegábamos a casa con el trofeo: luces nuevas, figuras nuevas, una nueva bola para el árbol…y seguíamos cantando y riendo mientras esparcíamos serrín o colgábamos espumillón.
Era tiempo de emoción, de magia, de bombones a medio morder por los Reyes Magos, de últimos sorbos de champagne en copas doradas.
Dicen que cuando se crece, la Navidad puede ser triste; que cuando ya no está el abrigo en el que nos refugiábamos, deja de ser divertido. Tal vez. Pero yo prefiero seguir mirando hacia arriba para ver que el cielo estos días no es del todo negro, prefiero seguir tarareando con las marionetas gigantes y añadiendo una figura nueva a mi Belén cada año. Prefiero quedarme pequeña en mi ropa y dejar que las luces de Navidad lo vuelvan todo bonito, para no olvidar la textura de tu mano sobre la mía.
Feliz Navidad a todos. Ojalá el 2012 venga cargado de sueños.
Mil besos