En realidad, no puedo desprenderme de ti.
Es tu sal la que se filtra entre mis lágrimas,
tu frío el que se desprende de mis huesos.
Es tu son acompasado
y fiero
el que marca la cadencia en mis palabras.
Tú no eres el mar de los poetas.
Eres la sangre helada
que establece los compases de mi tiempo.