En mi despensa también había
botes de nocilla y cola-cao,
jugaba con la arena,
(como todos los niños)
y conquistaba el mundo en descampados.
Pero pronto,
(demasiado pronto)
llegó el frío,
y el silencio de las
fotografías últimas
llenó la voz que hablaba a mis
muñecas.
Entonces, seguí merendado
bollicaos y donuts
pero dejó de apetecerme
hablar de ellos.